Espacios.
28 Jul 2025
Los espacios parecen inofensivos, pero lo son todo: son el terror, el dolor,
la creación, la expansión. Los espacios son la base para todo, desde la música
hasta el dibujo en papel.
Lo estético, en su totalidad, es espacio. El dolor es un espacio. Cuando corres
de ti, corres de esos espacios que no puedes llenar. No puedes crear un objeto
en un papel lleno de ellos. Haces música y necesitas el silencio.
El espacio alrededor del dibujo es lo que le da forma al objeto.
¿Has ido a esas casas donde están llenas de objetos que parecen un almacén o una tienda?
Tienen tantos elementos que no sabes a qué prestar atención, entonces solo
piensas que es horrible. Lo opuesto a esto es el minimalismo, que es destacar
el espacio sobre los objetos, pero te deja con un mal sabor en la boca.
Imagínate en el espacio exterior, fuera de la Tierra. Es oscuro, frío, inmenso.
Solo de pensar estar ahí es desesperante. Es demasiado espacio y causa
ansiedad no saber qué hacer con él. Puedes moverte en todas las dimensiones,
¿pero hacia dónde?
En la Feria del Libro, al menos en República Dominicana, suelen vender unos
folletos llamados “mata tiempo”. El tiempo es un espacio, pero no se quiere estar
en la mente. La mente es inmensa, causa dolor. Es mejor matarlo. De ahí el interés
en consumir aquello que nos separa de nuestro interno.
Otros no pueden estar en casa y tienen que salir a algún lugar, véase GYM, discotecas,
bares o simplemente no estar en espacios que reflejen sus inseguridades, temores,
problemas. Lugares que no te colocan a ti vs tú. No es casual, es temor a tus espacios.
Los vicios, por ejemplo. Cuando se es adicto, lo último es la sustancia.
Lo que nos evoca a repetir el acto no es la recompensa, es lo que se ignora.
No puedes hacer una canción con puros sonidos. No puedes crear arte con puras
pinceladas. Lo que define es lo que se ocupa, y si se ocupa todo, entonces no hay
definición. ¿Has visto esas personas tatuadas en todas partes de su cuerpo?
Es difícil prestar atención a un elemento, sino que todos te invaden y solo queda
una inmensa colección, un collage que no permite apreciar la belleza de la
individualidad de cada dibujo. Y más que observar un tatuaje específico, te enfocas en la persona.
Solo queda emitir un juicio de por qué tantos.
Muchos, cuando meditan por primera vez, lloran. Es inevitable, puesto que se
entiende la mente como una máquina que opera generando pensamientos
tras pensamientos. Y cuando por primera vez reconoces ese espacio en ti,
donde lo único que está eres tú contra ti, surge el llanto. Pues te das cuenta
de lo que eres. Reconocerte te hace reconocer a otros, y en ese orden, descompones
lo que creías que eras. Quedas tú al desnudo.
Esos espacios duelen, y como sufrir no es divertido, encontramos la manera de cómo
llenarlos: desde una serie hasta la farándula. Porque, ¿qué haría en ese tiempo?
Si no diluyes ese tiempo en una actividad, te pones a dar vueltas. De ahí nuestros hábitos.
Hábitos que pueden ser constructivos o destructivos. Calificarlos no es fácil cuando se
desconoce el motivo de por qué lo haces, pues conocerlo es un acto de dolor. Cuestionarlo
te lleva a evaluarte, a juzgarte.
¿Qué hago con ese espacio que mato? Muchas veces se siente un vacío en el alma,
un vacío existencial. Ese vacío eres tú. Es el espacio para crearte. Ese es el espacio que
llenas con la persona incorrecta, con los hábitos incorrectos. Ese vacío eres tú que aún
no reconoces para poder dibujar en él.
Muchos evangélicos, católicos y demás hablan de que ese espacio solo lo llena Dios,
y es lo correcto. En ti está la bondad infinita, el amor infinito. Es la apreciación de ti,
y cuando te aprecias también al mundo en el que vives. Dios te llena, puesto que
esos hábitos destructivos los separas de ti al reconocer a Dios, y todo lo que te aleja de Él
hace más grande ese vacío.
Duele. Duele mucho el reconocer esos espacios. Es un dolor en el alma. Es una soledad
fría, que no puedes expresar, y la lágrima procede a rodar por tus mejillas, porque lo real
no se describe. No puedes tocarlo. No puedes tocar tu corazón. No puedes llenarlo con lo
material. No puedes comprar un paisaje. No puedes comprar una sonrisa real. Lo real
no se puede adquirir con transferencias.
Lo único real es el amor hacia ti, hacia el otro. Dios es amor. Es lo único real. Está en ti,
en mí. Reconocerlo no debe entonces ser para nosotros, sino para mediar nuestros actos
a través de Él. Y en cada una de nuestras acciones nos acercamos a nosotros, y llenamos
ese vacío solo cuando se reconoce a Dios, por lo tanto, a nosotros.
Ese dolor es tu amor hacia ti mismo sin cosechar. Esta, pues, es la mejor manera de reconocer
lo destructivo y lo constructivo. No me tomes como religioso, tómame como un ejemplo de lo
que es sentirse solo estando rodeado de personas. El no poder ser en mi totalidad con quienes
amo, eso hacía mi espacio más grande. Mi vacío era más grande. Aún es así,
pues no es un asunto de eliminarlo, es un asunto de poblar tu corazón poco a poco de amor
hacia ti mismo, y así realmente poder amar a otros desde lo que eres y no desde lo que evitas.
Dios te acerca hacia ti, y te acerca hacia Él. La espiritualidad no es para ser salvo, es un espacio
para reconocerlo a Él, y llenar tus actos de ella. No es para salvarte del mal, es para evitar ser el mal.
Entonces te das cuenta de que no es un vacío, sino un espacio para llenarlo de gratitud, admiración,
respeto. Ese espacio es para detenerte a ver ese paisaje, es para alegrarte por la sonrisa de otro,
es para aquellos que te aman. Abraza ese espacio, no le corras, porque entonces se hace más grande.
Y más corres de él, más te alejas de ti, y más de lo que no es de ti atraes. Dios llena ese espacio,
Él está en ti, y el cielo está al alcance de tus acciones.